Son numerosas las muestras de cariño y ayuda que han surgido desde Lanzarote para con los damnificados por la maldita DANA de Valencia. Vaya por delante mi agradecimiento eterno. Semejante bonhomía contrasta con la bronca sucia y empresarial que PSOE y PP han establecido en esos ruidosos gallineros poblados por secuaces inexpertos en sentido común y experiencia vital en que se han convertido la mayoría de medios de comunicación de este país, regados de doctrina y euros pero más alejados que nunca de ese pueblo que enciende cada día la televisión o la sempiterna radio. Menos mal que, ya con fallecidos en Valencia, la votación para el Consejo Asesor de RTVE se llevó a cabo. España lo agradece enormemente y se ha notado en las calles y en el día a día de los españoles. Y aún se atreven a mirarse al espejo y a abrir la boca.
Ante esa desvergüenza política se planta, sorpresivamente, la fuerza de los voluntarios que han luchado, codo con codo, ante toneladas de lodo. Un barro mortal que no tenía que haber aparecido. Y me da igual de quien sea la culpa sabiendo que tanto el PP de Valencia como el PSOE de papá Estado tienen responsabilidad en este desastre. Unos me llamarán rojo, otros correrán a colgarme el cartel de facha. Me trae sin cuidado. Me sonrojo de ira ante la desvergüenza del PSOE y la torpeza y tibieza inmoral del PP en esto. Estoy, indudablemente, con Paiporta, Ribarroja, Sedaví y otros muchos pueblos de la tierra que me vio nacer.
La poca cordura existente la pone, entre otros, un vecino de Titerroy. En un edificio tan sencillo como noble, con desconchones que demuestran su humildad, rayano el Pabellón Deportivo, un habitante del primer piso, conejero de padre alicantino, se ha desahogado tras tanto sufrir por Valencia colgando varios carteles en su fachada junto a un doloroso crespón negro que rezan así: “Valencia llora y grita Justicia” y “Gobierno dimisión, 5 días asesinos”.
Doscientos veintidós muertos después siguen sin dar explicaciones. Muchas calles siguen repletas de barro. Y el presidente quiere que salgamos a aplaudir a las ocho a los balcones. La culpa es de aquellos que, arrastrados por el barro y abrazados a un árbol muertos de miedo, no pidieron ayuda a Sánchez. Pero falló Mazón y su gobierno, falló Sánchez y su gobierno, falló la AEMET, falló la Confederación Hidrográfica del Júcar. En definitiva, falló prácticamente todo. Falló todo pero nadie dimite pero, peor aún, sacan pecho y piden aplausos. Ojalá la Justicia les mire de frente a todos ellos, cínicos e irresponsables.
La política ya no es política, es desvergüenza, irresponsabilidad y negocios. La vida, en cambio, es caprichosa. Muchos que tenemos a Canarias y a Valencia en el corazón nos acordábamos de La Palma y sus entrañas ardientes cuando se conoció el daño del lodo en Valencia. Es caprichosa porque mientras en Valencia siguen muchos garajes inundados bajo anuncios de Sánchez de supuestas ayudas millonarias, en La Palma se declaraba un incendio en una zona llamada Montaña Valencia. Caprichosa pero todos esperando que se cumplan las promesas del gobierno central mientras los palmeros, mucho abandono después, pagan por vivir en contenedores de hierro. Ayudas que ni llegan ni ayudan.
Catorce días después, el Gobierno ha mandado veinte mil efectivos a ayudar aunque tiene más de ciento veinte mil. Los ha mandado tarde y mal. A cuentagotas y demasiado tarde. Doscientos veintidós muertos después, mientras Mazón disfrutaba seguramente de un buen arroz, Sánchez y compañía sonreían en la India. Para más INRI, Sánchez al volver de la India se atrevió a llamar marginales de ultraderecha a gente que lo ha perdido todo, que se ha sentido abandonada y que se ha atrevido a lanzarle un palo que quedó a varios metros del valiente presidente. Mayor desconexión con la ciudadanía es harto difícil.
Doscientos veintidós muertos después, por el momento, eso sí, ahora Sánchez, que mandó la ayuda de forma escasa y días después de cuando tocaba, sin exculpar a Mazón y sus bufones, que quede claro, marcha a reunirse con el G-20 donde, armado de cinismo, pondrá la riada de Valencia como ejemplo del poder del cambio climático. Seguramente recibirá los aplausos ciegos y adoctrinados que los ciudadanos de este país le han negado.
Lejos de toda esta vergüenza política me quedó con el respeto y la ayuda conejera a los damnificados. Con los carteles cargados de dolor del vecino de Titerroy. Con la solidaridad del Bar Asturias que, para ayudar a Valencia, venderá en los próximos meses platos del arroz de Ángel e Iliana con la sabiduría de no llamarle paella valenciana. Me quedo con David, un gallego de Costa Teguise que viajó a la maratón de Atenas con la bandera de Valencia. Con los dolorosos minutos de silencio de los equipos deportivos de la isla. Con el viaje a Valencia, por ejemplo, de José Vicente desde Tías y de Patrick desde Tinajo, que no dudaron ni un instante, a diferencia de Sánchez, para lidiar con el barro y el lodo con uñas y dientes. Y nadie les pidió ayuda para darla. Bravo por ellos. Gracias. El fango ahora lo abraza un presidente que llama ultraderecha, oh sorpresa, por ejemplo, a la hermana de mi amigo Pablo, que ha perdido la casa, el coche, toda su vida, toda, por esa DANA. Ella ha sobrevivido y no es ultraderecha y, además, si sale a balcón ajeno a aplaudir, porque el suyo se lo llevó la DANA, el aplauso estará dedicado a los Bomberos, a la Policía y a todos esos voluntarios que, por miles, han ayudado desinteresadamente desde el minuto uno. No aplaudirá ni a Sánchez ni a esos efectivos y medios que el presidente y su gobierno no activó y que, cuando lo hizo fue tímidamente, hasta mil ciento cincuenta y dos horas después, ya con demasiados muertos a sus espaldas. Allá su conciencia si es que la tiene.
Gonzalo Mejías
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