Durante gran parte de nuestra historia, los mares y océanos han constituido las principales rutas de intercambio y comunicación a grandes distancias entre los pueblos, las rutas primarias no sólo para la exploración, la conquista y el comercio, sino también para la difusión de costumbres y religiones. Al rastrear la circulación del hombre a lo largo de las costas y a través de las mayores extensiones de agua del planeta, nos damos cuenta de que las rutas marítimas han sido mucho más importantes que las
terrestres como motor del desarrollo de las civilizaciones. El primer ejemplo maravilloso de lo que acabamos de decir nos lo proporciona el viaje oceánico hacia lo desconocido emprendido por el navegante italiano Lanzarotto Malocello, quien en 1312, partiendo de Génova o Varazze, desembarcó en la isla de Lanzarote después de haber pasado las Columnas de Hércules.
Probablemente utilizó galeras para el viaje atlántico porque eran los barcos más adecuados para la navegación oceánica, dadas sus grandes velas y sus abundantes bodegas. Sin embargo, la vida a bordo no era fácil debido a los espacios limitados y a la falta de higiene: el escorbuto estaba muy extendido y sólo a
principios del siglo XVII se empezó a empacar limones para el largo viaje. Además, también había que lidiar con el comportamiento a veces grosero y grosero de los marineros.
Para combatir diversos comportamientos que no se ajustaban exactamente a las pautas a seguir a bordo, muchas veces se imponía la disciplina por la fuerza. Los dos únicos oficiales a bordo, el capitán y el piloto, eran los responsables de ello. Debido a esta férrea disciplina, los casos de motín eran frecuentes y, en casos extremos, eran los oficiales los que eran eliminados y arrojados al mar.
No conocemos ni el día exacto ni el mes de la llegada de Lanzarotto a la isla y, en cualquier caso, en el año en que aterrizó en ese rincón del mundo observado sólo por Dios, el Papa Clemente V emitió la bula «Vox in Excelso», que se dictó contra la Orden Templaria, suprimiéndola y enviando a sus miembros a la hoguera. Parece que, una vez desembarcado, el primer gesto de devoción lo dedicó a la patria: quizás extendió la bandera de Génova justo al llegar a la isla, como supimos gracias al cartógrafo Angelino Dulcert.
Sin duda se encontró con una población con hábitos y costumbres alejadas de la civilización. Era una población que había conservado intactos sus modos de vida y sus ritos. No sólo se había descubierto una nueva tierra, sino también un nuevo pueblo, calificable de «primitivo», hasta el punto de que para el
cristianismo europeo fue nada menos que el descubrimiento de una «nueva humanidad», una sociedad que se expresaba con actividades, creencias y prácticas hasta ahora desconocidas, totalmente diferentes a las de los europeos.
Para penetrar exactamente en el espíritu y las habilidades manuales de los indígenas habrá que esperar al ensayo De Canaria et insulis reliquis ultra Hispaniam noviter repertis de Giovanni Boccaccio (“Sobre las Islas Canarias y las demás islas recientemente descubiertas más allá de España”), tomado a
partir de la información contenida en una o varias cartas recibidas por amigos florentinos que vivían en Sevilla y que habían oído o leído la historia contada por el capitán genovés Niccoloso da Recco, que sólo vería la luz durante el siglo XIX, cuando Sebastiano Ciampi redescubrió este texto.
El contacto de los primeros europeos (los italianos Lanzarotto Malocello y Nicoloso da Recco) con el pueblo canario (y posteriormente de Colón con los demás pueblos de América) fue un acontecimiento muy importante en la historia de la humanidad ya que provocó el nacimiento de grandes imperios y
la destrucción de poblaciones enteras, desencadenando un proceso que vio la fundación de un imperio español y otro portugués, continuando en los años siguientes con la creación de colonias inglesas, francesas y holandesas en todo el mundo. Sin embargo, es fundamental considerar que fue una relación en dos direcciones opuestas: los europeos conocieron a esos pueblos por primera vez pero también entraron en contacto por primera vez con los europeos, con la consecuencia de la transformación
del mundo entero.
*Presidente de la Sociedad Dante Alighieri – Comité de Canarias, *Presidente del Comité del VII Centenario del redescubrimiento de Lanzarote y Canarias por el navegante italiano Lanzarotto Malocello, * Corresponsal Consular de Italia en Lanzarote.